La comunicación es vital en todas las áreas de nuestra vida. Usamos la comunicación para persuadir, influir, informar, compartir. A través de la comunicación descubrimos las necesidades de los demás y compartimos las nuestras.
Los términos comunicar y comunicación tienen su raíz en “común”, o sea es tornar nuestro pensamiento común, hacerlo conocido a las demás personas, y eso se hace por medio de símbolos. Por tanto, debemos utilizar los símbolos que están a nuestra disposición como palabras, gestos y sonidos-, combinarlos adecuadamente y transmitir nuestro pensamiento con exactitud a los demás. Si lo hacemos así, las personas nos entenderán y consecuentemente podrán cooperar con nosotros. De la misma raíz en común surgen muchas palabras están asociadas a la idea de convivencia, relación de grupo, sociedad, tener en común o compartir las mismas cosas.
Las investigaciones demuestran que las palabras ocupan sólo el 7% del poder de transmisión del mensaje. Los 93% restantes tienen que ver con un lenguaje no verbal; o sea gestos, entonación, testimonio e involucramiento.
Todo proceso de comunicación puede presentar ruidos, que son elementos que cusan interferencia y confunden la transmisión del mensaje. Estos pueden ser de naturaleza física (un ruido, una mancha en el papel, iluminación deficiente, un foco quemado, el sonido inadecuado, ambiente sofocante y no climatizado, etc.), sicológica (asperezas, agresividad, etc.), cultural (palabras o expresiones inadecuadas, etc.) o espiritual (incoherencia entre lo que se dice y lo que se vive) y deben ser eliminados al máximo. Por otro lado, el receptor debe actuar de una manera lo más abierta posible para recibir la información en forma clara y precisa. Cuanto menor es el nivel de ruidos, mayor será la posibilidad de que la comunicación se torne en un vehículo eficiente de dialogo, discusión e intercambio de ideas, alcanzando así el objetivo de promover un crecimiento social saludable y bien entendido entre las personas.
No puede haber comunicación sin involucramiento. El mejor medio de comunicación que existe es la vida, el ejemplo, el testimonio, la encarnación de la verdad. Es vivir aquello que se cree y predicar lo que se vive. Los demás vehículos son importantes, pero sólo son canales, sólo aparatos, pero no son vitales.
Es exactamente por eso que el comunicador que pretende pasar un mensaje religioso debe ser íntegro y verdadero, porque las personas estarán leyendo la coherencia entre sus palabras y su vida.
“Pablo llevaba consigo el ambiente del cielo. Todos cuantos lo trataban sentían la influencia de su unión con Cristo. Daba mayor valía a su predicación la circunstancia de que sus obras estaban de acuerdo con sus palabras. En esto consiste el poder de la verdad. La impremeditada e inconsciente influencia de una vida santa es el más convincente sermón que pueda predicarse a favor del cristianismo” (Elena de White, Los hechos de los apóstoles, p. 421).
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